Había una vez un sapo embalsamado, no pude con mi genio y lo hurté del museo que funcionaba en el sótano. Se lo coloqué en la cuevita del banco a María Inés Pirola, que se sentaba delante de mí, en la hora de clase de
Por supuesto yo, muda, sentada y calladita ante el grito desaforado de mi querida y amada compañera, desde aquel lejano primer año B
¡ Te fuiste muy pronto!... Y éste es mi más caro homenaje a quien quise muchísimo, y respeté por su humildad e inteligencia. Era lo máximo!



No hay comentarios:
Publicar un comentario