viernes, 23 de abril de 2010

Grupo "Los foráneos"

Hoy me atrevo a decirlo, hoy me atrevo a confesarlo, hoy me animo a hablar de aquello que se calla porque puede parecer sentimental o cursi.

Teníamos 15 ó 16 años, éramos tan solo cuatro adolescentes foráneos, con nuestro ímpetu e ilusiones: Marta Rubio de Tornquist, Dimas J. Pettinerolli (no recuerdo su procedencia), Anibal Landaburu y yo, ambos de la zona rural de Arano (La Pampa). Portábamos una ilusión que nos alentaba y sostenía: ganar el título de MAESTROS

Sabíamos del compromiso a cumplir, cimentado en nuestra esperanza y esfuerzo, como así también en el de nuestras familias, ya que nuestro origen económico era humilde pero riquísimos en valores fraguados en la decencia, el valor de la palabra, la mirada franca y la ausencia de miedos.

Debimos enfrentarnos a la hostilidad de la sociedad bahiense y a la parquedad del entorno estudiantil, muchas veces insolente. Debido a eso nos convertimos en huraños y solitarios.

Acuciados por la incertidumbre nuestro grupo fue un bálsamo. En él compartíamos las cosas que realmente valen: sonrisas, sueños, esperanzas, abatimientos, soledad, temores y osadías, dejando que lo que el corazón ambicionaba fuera el proyecto de nuestra propia vida. Tuvimos que extraer de cada experiencia una enseñanza, buscando a cada paso un milagro.

Hoy que la edad nos toma examen de humanidad, sabemos que aquellas personitas difíciles y soberbias tenían sus tristezas, sus incertidumbres, sus cavilaciones y sus problemas. Algunos, tal vez, mayores que los nuestros, ya que éramos herederos de hogares maravillosos que le dieron sustento y energía a nuestros sueños.

El tiempo curó las heridas, las frustraciones de los proyectos no realizados, las ilusiones perdidas. Ahora vemos que frente a la vida somos todos iguales.

Vuelvo a contemplar las fotografías y siento una infinita melancolía. Las guardo y junto a ellas también guardo los recuerdos que tienen ese “no se que” de fantasmal e inquietante.

Debajo de una piel que ha envejecido, detrás de unos ojos que ven menos y al mirar ya no brillan, unos oídos un tanto sordos y sobre una cabeza encanecida y despoblada nuestra alma todavía es adolescente……

Mirtha Eleno  5to”C”


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